Blog de Egon Wolff
Aquí muestro mis acuarelas y comparto algunas impresiones y reflexiones
martes, 29 de octubre de 2013
sábado, 3 de marzo de 2012
Reconciliación
Como una demostración que casi todos los hechos humanos tienen alguna clase de consecuencias, algunos mudos y otros explícitos, me sucedió hace algunos días, que mi historia de mi pintora amiga Camila y mis pinturas "figurativas", tuvo una secuela inesperada.
Fue un viejo amigo mío, a quién valoro mucho por su agudeza intelectual, su curiosidad y su buen sentido del humor, que me llamó un día al atardecer, para comentarme su reacción a mi historia, y decirme que encontraba entretenida mi experiencia, pero mañosa mi manera de contarla.
Confieso que sus palabras me descolocaron y tuve que tomar aire, pero cuando pude responder a esa crítica y preguntarle a qué se refería, me dijo que aún conociéndome como un tipo que aprecio la ecuanimidad, no me creía que yo pudiera ser tan tolerante como parecía querer aparecer en la historia.
"No te creo -me dijo- Estás haciendo trampa. Debiste ponerla en su lugar a tu amiga, porque descalificar tu pintura por el mero hecho de ser "figurativa", me parece una tontería imperdonable. Todo el mundo reaccionaría a eso". Le pedí que se explicara.
"No te parece que recurrir a ese rectangulito en las cartulina es francamente escandaloso, además de deshonesto?" -me espetó. "Además de deshonesto merecía de parte tuya una reprobación clara". Y Añadió: "No te das cuenta que si todos siguiéramos ese camino tuyo complaciente, los errores nunca se corregirían y los prevaricadores del arte se quedarían, siempre, con la última palabra?" Eso dijo.
Felipe, mi amigo -pongámosle Felipe- además de perspicaz y agudo en sus planteamientos, es cada vez que se le da el caso, un irreconciliable defensor de la verdad, es decir, de lo que él piensa que lo es. "Eso -me ha dicho al final de varias de nuestras argumentaciones- aunque estés equivocado al final, hay que defenderlo hasta la muerte". No conoce renuncias en eso. Su honestidad incluye, entonces, la mortalidad, si se da el caso. Un tipo, sin duda, muy difícil de encontrar hoy día, en cualquier latitud.
Nuestras mutuas argumentaciones en torno al tema planteado, fueron tomando cuerpo, crecieron con un va y un viene pletórico de silogismos. Razonaba él que el arte estaba lleno de tipos inseguros que por defender su identidad artística, se colgaban de dogmas, que divulgaban hasta convertirlas en verdades reveladas, que, al final, muy pocos se atrevían a contradecir, sobretodo los que eran legos en la materia, que son la mayoría.
Sin dejarme mucho lugar para contradecirlo, o al menos expresarle mis ideas al respecto, y aparentemente imbuido por una misión de fortalecer mi confianza en lo que hacía, defendió mis pinturas, justamente por lo que tenían de valerosas.
Que siguiera trabajando en ello, me decía. Que al final la historia haría el juicio, ya que la identidad con la realidad percibible por los sentidos es lo que el hombre común y corriente, busca y aprueba. Que lo demás solo eran elucubraciones destinadas al olvido de los tiempos.
Le agradecí sus palabras cuya vehemencia bien intencionada ya comenzaban a sobrepasarme, y aparentemente se lo dije con una voz o un tono equívoco, que lo hizo parar en seco.
"Que no estás de acuerdo conmigo", me preguntó. Y como guardé silencio, agregó: "Me estás tomando en pelo?".
Me apresuré en negarlo, pero él no me creyó y sentí, ahora, la dureza de su voz. "Te noto titubeante", me dijo. "Ten claro, entonces, que si cedes a la presión de la opinión pública, te convertirás en complice del arte de basura".
Ahí entendí que nos separaba algo fundamental, algo consustancial con nuestras naturalezas. Que él creía a ultranza en su convicciones, y que yo, en cambio, tengo un pensamiento distinto que relativiza la verdad, y que tal vez por eso, fui blando con Camila, porque traté de entender sus razones y no la juzgué.
Todas mis argumentaciones que siguieron a ese exabrupto, fueron inútiles. Mis explicaciones, que después de una larga vida como la mía, había llegado a la convicción que todo el mundo tiene la razón, y no la tiene, ambas cosas. Que en el mundo transitaban, no sé, veinte mil millones de personas, y había veinte mil millones de razones, todas originales, y todas iguales. Que, entonces, quien la tenía? Ahí creyó que, en verdad, le estaba tomando el pelo, y se enojó.
Inútiles fueron mis esfuerzos porque entendiera que yo, en verdad, estaba en paz con el mundo. Que había visto tantas argumentaciones y contra-argumentaciones que había aprendido a querer a la humanidad, porque la encontraba divertidamente extraviada y que la amaba por eso. Que cada ser humano en si mismo tenía un alma propia, que había que descubrir y con la cual había que relacionarse. Que había arte para todos, del bueno y del malo, del grande y del chico, y que con eso bastaba, que lo dejaran crear en paz. Lo importante era no descalificar, porque montada sobre las descalificaciones va la discordia que hay en el mundo.
Ahí se terminó nuestro encuentro. Me dijo que yo era un tipo insoportable, que no sabía como argumentar conmigo, y le encontré razón. Que no había "verdad" conmigo.
Entonces yo le pregunté cual era "la verdad". Ahí me miró a los ojos, por primera vez, y yo miré los suyos, y después de un rato asomó una sonrisa en las arrugas de su cara, y vi asomar su sentido del humor, que me gusta tanto, porque es ahí donde están demás las palabras. Terminamos riendo, ambos, y no dijimos nada más, porque ambos entendíamos.
Fue un viejo amigo mío, a quién valoro mucho por su agudeza intelectual, su curiosidad y su buen sentido del humor, que me llamó un día al atardecer, para comentarme su reacción a mi historia, y decirme que encontraba entretenida mi experiencia, pero mañosa mi manera de contarla.
Sombras del otoño en Aculeo - Acuarela 70 x 50 cms |
"No te creo -me dijo- Estás haciendo trampa. Debiste ponerla en su lugar a tu amiga, porque descalificar tu pintura por el mero hecho de ser "figurativa", me parece una tontería imperdonable. Todo el mundo reaccionaría a eso". Le pedí que se explicara.
"No te parece que recurrir a ese rectangulito en las cartulina es francamente escandaloso, además de deshonesto?" -me espetó. "Además de deshonesto merecía de parte tuya una reprobación clara". Y Añadió: "No te das cuenta que si todos siguiéramos ese camino tuyo complaciente, los errores nunca se corregirían y los prevaricadores del arte se quedarían, siempre, con la última palabra?" Eso dijo.
Intimidades de Horcón - Acuarela 70 x 50 cms |
Nuestras mutuas argumentaciones en torno al tema planteado, fueron tomando cuerpo, crecieron con un va y un viene pletórico de silogismos. Razonaba él que el arte estaba lleno de tipos inseguros que por defender su identidad artística, se colgaban de dogmas, que divulgaban hasta convertirlas en verdades reveladas, que, al final, muy pocos se atrevían a contradecir, sobretodo los que eran legos en la materia, que son la mayoría.
Sin dejarme mucho lugar para contradecirlo, o al menos expresarle mis ideas al respecto, y aparentemente imbuido por una misión de fortalecer mi confianza en lo que hacía, defendió mis pinturas, justamente por lo que tenían de valerosas.
Reflejos en el agua (Malvinas) - Acuarela 60 x 50 cms |
Le agradecí sus palabras cuya vehemencia bien intencionada ya comenzaban a sobrepasarme, y aparentemente se lo dije con una voz o un tono equívoco, que lo hizo parar en seco.
"Que no estás de acuerdo conmigo", me preguntó. Y como guardé silencio, agregó: "Me estás tomando en pelo?".
Me apresuré en negarlo, pero él no me creyó y sentí, ahora, la dureza de su voz. "Te noto titubeante", me dijo. "Ten claro, entonces, que si cedes a la presión de la opinión pública, te convertirás en complice del arte de basura".
- Acuarela ... cms |
Todas mis argumentaciones que siguieron a ese exabrupto, fueron inútiles. Mis explicaciones, que después de una larga vida como la mía, había llegado a la convicción que todo el mundo tiene la razón, y no la tiene, ambas cosas. Que en el mundo transitaban, no sé, veinte mil millones de personas, y había veinte mil millones de razones, todas originales, y todas iguales. Que, entonces, quien la tenía? Ahí creyó que, en verdad, le estaba tomando el pelo, y se enojó.
Bosquejo en dos colores - Acuarela 48 x 36 cms |
Ahí se terminó nuestro encuentro. Me dijo que yo era un tipo insoportable, que no sabía como argumentar conmigo, y le encontré razón. Que no había "verdad" conmigo.
Entonces yo le pregunté cual era "la verdad". Ahí me miró a los ojos, por primera vez, y yo miré los suyos, y después de un rato asomó una sonrisa en las arrugas de su cara, y vi asomar su sentido del humor, que me gusta tanto, porque es ahí donde están demás las palabras. Terminamos riendo, ambos, y no dijimos nada más, porque ambos entendíamos.
Procesión en bruma - Acuarela 48 x 36 cms |
sábado, 18 de febrero de 2012
Una historia extraña
Hoy día haré otra cosa. Hoy día les contaré una historia que me sucedió hace algún tiempo. Es una historia que tiene su ironía, su melancolía y su tristeza, pero que vale la pena contar.
Sucede que hace algún tiempo, mucho antes que pasó esta situación, soy amigo de una mujer extraordinaria. Es la hija de un viejo amigo mío, que mientras tanto ya nos dejó para irse a una mejor vida, y a quien aprecio mucho desde que era una niñita de trenzas. Hoy esa gran mujer es funcionaria de una financiera, que con su trabajo tiene para alimentar y educar a dos hijos prometedores, que son también amigos míos. Vamos a llamarla Camila.
El marido? Bueno, vamos a decir que la dejó, sin darse cuenta nunca de lo que se perdía. Se enredó con una pollera ajena y hasta ahí llegó la paciencia de Camila, que ya había pasado por otras infidelidades. Con consternación, desilusión y rabia le pidió que desapareciera de su vía. Hoy, parece una mujer que ha superado ese dolor, y sigue adelante, no sin mantener algunos rasgos de su personalidad, que la caracterizan.
Camila es insegura. Vaya uno a saber de donde le viene eso, si de su entorno familiar, su padre anulador, de unos hermanos talvés desplazadores, o de aquel prurito inasible que nos hace ser como somos, el hecho es que Camila es insegura y eso contamina su vida. Si les dice algo les informaré que ha cambiado varias veces de trabajo, y eso sin que nadie le dijera que se vaya. Todo lo contrario. Ha cambiado varias veces de vivienda, sin una buena razón aparente. Vuelve a su casa del trabajo, siempre por una vía diferente, y cambia la voz cada vez que no se siente segura de lo que está diciendo, lo que sucede a cada rato. Se pone ronca de repente, tose nerviosamente y casi diría que transpira, cuando trepida en algo. En resumen, parece una persona que siempre está pidiendo perdón por ser lo que es. Pero tiene un afán que la redime. Camila quiere proyectar su vida, de algún modo, y que no sea solo su vida un cumplir con sus obligaciones. En suma, pretende que su vida tenga un significado, más allá de su función de mujer, y es así como un día descubrió que la pintura era el camino. Entusiasmada, se inscribió en una academia y ahora pinta en sus horas libres y lo hace a entera satisfacción.
Un día sabiendo que yo también, inesperadamente, me estaba dedicando a la pintura, quiso conocer lo que estaba haciendo y fue a mi estudio y vaya que le costó disimular su cara de desilusión.
"Pero tu pintas pintura figurativa" - me espetó con tono de innegable espanto, como si me hubiera sorprendido mascando una lagartija. "Tu eres intelectual, y estás haciendo eso!" - "Un intelectual ha superado eso hace tiempo!" - agregó, y entró en una serie de consideraciones, que el proceso histórico estaba eclipsado, que el hombre había alcanzado una introspección - eso dijo - que ya no le permitía quedarse simplemente en lo real, ya que ahora estaba incursionando en lo intangible donde estaba la riqueza de la percepción moderna, que la miraba de ahora permitía ver el todo que hay en la nada, etc., etc. ..., palabras todas en que intuí el evangelio de la academia a que asistía.
Después, al ver, talvés, el laberinto que había en mi cara, me tomó cariñosamente de un brazo y me invitó a que la acompañara a su casa, a ver lo que estaba pintando, para que entendiera lo que quería decir. Y fuimos.
En medio del pequeño rincón que había despejado en su departamento para dedicarse a su afán, y entre profusión de telas a medio acabar, ensayos de colores y otros exponentes del esfuerzo que estaba haciendo, y en los cuales no descubrí nada identificable ni reconocible, me llevó junto al atril y descubrió la tela en la que estaba trabajando y me miró con luminosa expectativa.
Lo que vi no me permitió sino preguntarle, con gran titubeo de mi parte: "Que ... que es? Qué ... representa?
Y ahí, siempre mirándome con las misma esperanzada fascinación anterior, tomó una hoja de cartulina blanca, en la cual aparecía recortada a tijera, una pequeña ventana rectangular, y la colocó sobre un ángulo de una fotografía publicitaria en una revista, que representaba un automóvil que ofrecían, y me miró con gloria en sus pupilas.
"Mira! - me dijo - "Es lo que hago, ves? Coloco esta ventana en la cartulina sobre cualquier parte de esta fotografía y pinto lo que aparece. Resultan las imágenes más extrañas, vieras! .. Están todos felices conmigo! Se preguntan cómo tengo tantas ocurrencias! Hasta me he ganado premios en concursos internos de la academia! Que te parece?" .. Y me quedó mirando con una expresión de juguetona complicidad . "Hasta pienso participar en una exposición de pinturas del grupo, fíjate!". Y agregó: " Ves lo que te quiero decir? ... Modernidad!... Ruptura!... Introspección!... Genial, verdad?"
Confieso que me costó un mundo reponerme.
El rectangulito representaba un pequeño sector de una llanta y neumático del auto, y lo que parecía ser el final del pié de un estante metálico, todo ello sobre el piso, aparentemente, de linoleo, formando paralelepípedos curvos y triángulos, que obviamente no representaban nada, pero eran, sin duda, un tema.
La miré conturbado, sin saber que decir, porque era todo tan insólito, que era como entrar a discutir con ella la inmortalidad del viento, y mi silencio la estimuló a colocar la cartulina sobre otras fotografías de la revista, obteniendo con ello, como era de esperar, cientos de motivos, mientras me decía:
"Ves...ves...ves..no te parece genial? Dime, en serio, hay un límite para lo que puedo pintar?... Y es tan fácil!... No hay que sacarse la mugre ideando tonterías!". Y tomándome un brazo, añadió: "Y están todos tan contentos!"... Y luego, con aire de complicidad: "Pero no le vayas a contar a nadie. Mira que es mi secreto!"... Y luego, a modo de corolario:" "Ves como te has quedado fuera con tu pintura? Hoy todo el mundo quiere color... metáforas ... Algo loco que cubra el muro, entiendes?".
La miré otra vez, esta vez muy al fondo de su mirada y me crucé con el brillo decidido de sus ojos, un brillo que no había visto antes en ella, y no me sentí capaz de contradecir esa seguridad recién nacida, que le hacía tanto bien. Le dije que pensaría en todo eso y nos dimos un apretado abrazo de despedida, muy sincero. Al irme me invitó, entre risas, a su primera exposición. Le aseguré que no faltaría. Eso fue todo.
Volví a mi casa con una extraña mezcla de tristeza y satisfacción . Me sonreí por dentro. Ahí estaba esa mujer, madura y sensata, encantada ante ese nuevo sentido de su vida. Que derecho tenía yo de interrumpir eso con mis críticas? Y, por otra parte, que unía nuestras pinturas tan diversas? Quien tenía la razón? Habría alguien en el mundo con facultad de juzgarnos a ella o a mi? Basado en qué principios o dogmas? El tema tenía un alma alegre y divertido, irónico y desquiciador.
Aun bajo la influencia de esos sentimientos, saqué mis pinturas de su carpeta y me puse a mirarlas con melancólica simpatía. Ahí estaba la cascada de hojas otoñales, salpicando el verde y luminoso prado. La proa del viejo bote, enterrada en las negras arenas de un lago. Las calles de mis pueblos con sus casas viejas proyectando sombras fantasmales sobre la tierra dormida... y los bosques, los santos bosques, inmensos y rumorosos, ondulando sus follajes al viento y emitiendo su canto de plenitud... Eso me gusta pintar... Eso me atrevo a pintar. Cada trazo que pinto es un agradecimiento por tanta belleza, tanto esplendor, y por poder hacerlo aún... Con eso me quedo. Es un honor poder hacerlo.
Sucede que hace algún tiempo, mucho antes que pasó esta situación, soy amigo de una mujer extraordinaria. Es la hija de un viejo amigo mío, que mientras tanto ya nos dejó para irse a una mejor vida, y a quien aprecio mucho desde que era una niñita de trenzas. Hoy esa gran mujer es funcionaria de una financiera, que con su trabajo tiene para alimentar y educar a dos hijos prometedores, que son también amigos míos. Vamos a llamarla Camila.
Reflejo en la laguna - Acuarela 48 x 36 cms |
Camila es insegura. Vaya uno a saber de donde le viene eso, si de su entorno familiar, su padre anulador, de unos hermanos talvés desplazadores, o de aquel prurito inasible que nos hace ser como somos, el hecho es que Camila es insegura y eso contamina su vida. Si les dice algo les informaré que ha cambiado varias veces de trabajo, y eso sin que nadie le dijera que se vaya. Todo lo contrario. Ha cambiado varias veces de vivienda, sin una buena razón aparente. Vuelve a su casa del trabajo, siempre por una vía diferente, y cambia la voz cada vez que no se siente segura de lo que está diciendo, lo que sucede a cada rato. Se pone ronca de repente, tose nerviosamente y casi diría que transpira, cuando trepida en algo. En resumen, parece una persona que siempre está pidiendo perdón por ser lo que es. Pero tiene un afán que la redime. Camila quiere proyectar su vida, de algún modo, y que no sea solo su vida un cumplir con sus obligaciones. En suma, pretende que su vida tenga un significado, más allá de su función de mujer, y es así como un día descubrió que la pintura era el camino. Entusiasmada, se inscribió en una academia y ahora pinta en sus horas libres y lo hace a entera satisfacción.
Un hogar bajo el sol - Acuarela 70 x 50 cms |
"Pero tu pintas pintura figurativa" - me espetó con tono de innegable espanto, como si me hubiera sorprendido mascando una lagartija. "Tu eres intelectual, y estás haciendo eso!" - "Un intelectual ha superado eso hace tiempo!" - agregó, y entró en una serie de consideraciones, que el proceso histórico estaba eclipsado, que el hombre había alcanzado una introspección - eso dijo - que ya no le permitía quedarse simplemente en lo real, ya que ahora estaba incursionando en lo intangible donde estaba la riqueza de la percepción moderna, que la miraba de ahora permitía ver el todo que hay en la nada, etc., etc. ..., palabras todas en que intuí el evangelio de la academia a que asistía.
Paseo dominical - Acuarela 70 x 50 cms |
En medio del pequeño rincón que había despejado en su departamento para dedicarse a su afán, y entre profusión de telas a medio acabar, ensayos de colores y otros exponentes del esfuerzo que estaba haciendo, y en los cuales no descubrí nada identificable ni reconocible, me llevó junto al atril y descubrió la tela en la que estaba trabajando y me miró con luminosa expectativa.
Lo que vi no me permitió sino preguntarle, con gran titubeo de mi parte: "Que ... que es? Qué ... representa?
Acuarela 70 x 50 cms |
"Mira! - me dijo - "Es lo que hago, ves? Coloco esta ventana en la cartulina sobre cualquier parte de esta fotografía y pinto lo que aparece. Resultan las imágenes más extrañas, vieras! .. Están todos felices conmigo! Se preguntan cómo tengo tantas ocurrencias! Hasta me he ganado premios en concursos internos de la academia! Que te parece?" .. Y me quedó mirando con una expresión de juguetona complicidad . "Hasta pienso participar en una exposición de pinturas del grupo, fíjate!". Y agregó: " Ves lo que te quiero decir? ... Modernidad!... Ruptura!... Introspección!... Genial, verdad?"
Confieso que me costó un mundo reponerme.
Acuarela 70 x 50 cms |
La miré conturbado, sin saber que decir, porque era todo tan insólito, que era como entrar a discutir con ella la inmortalidad del viento, y mi silencio la estimuló a colocar la cartulina sobre otras fotografías de la revista, obteniendo con ello, como era de esperar, cientos de motivos, mientras me decía:
"Ves...ves...ves..no te parece genial? Dime, en serio, hay un límite para lo que puedo pintar?... Y es tan fácil!... No hay que sacarse la mugre ideando tonterías!". Y tomándome un brazo, añadió: "Y están todos tan contentos!"... Y luego, con aire de complicidad: "Pero no le vayas a contar a nadie. Mira que es mi secreto!"... Y luego, a modo de corolario:" "Ves como te has quedado fuera con tu pintura? Hoy todo el mundo quiere color... metáforas ... Algo loco que cubra el muro, entiendes?".
Vida entre bastidores - Acuarela 48 x 36 cms |
Volví a mi casa con una extraña mezcla de tristeza y satisfacción . Me sonreí por dentro. Ahí estaba esa mujer, madura y sensata, encantada ante ese nuevo sentido de su vida. Que derecho tenía yo de interrumpir eso con mis críticas? Y, por otra parte, que unía nuestras pinturas tan diversas? Quien tenía la razón? Habría alguien en el mundo con facultad de juzgarnos a ella o a mi? Basado en qué principios o dogmas? El tema tenía un alma alegre y divertido, irónico y desquiciador.
Evocación chilota - Acuarela 70 x 50 cms (RESERVADO) |
miércoles, 1 de febrero de 2012
El afán de la creatividad
Extraviados bajo la lluvia - Acuarela 70 x 50 cms |
Ahora, la reacción a ello es diversa, de acuerdo a la disposición de ánimo de cada cual. Hay algunos que enmudecen y permanecen en la zona del silencio. Talvés son aquellos que no se permiten el derecho de invadir su propia sensibilidad y prefieren, entonces, añorar creatividades, que siempre permanecen latentes en el limbo del arte, donde moran las obras eventuales o inconclusas. Hay otros que si se atreven.
El paseo de la virgen - Acuarela 70 x 50 cms |
Camino a ninguna parte - Acuarela 70 x 50 cms (RESERVADO) |
jueves, 19 de enero de 2012
La afición, esta, a la acuarela
Intrigado ante esta repentina afición mía a la acuarela, habiendo dedicado gran parte de mi vida a la dramaturgia, un amigo me preguntó hace algunos días que a qué se debía esto, que más le parecía un concubinato que un enamoramiento verdadero -me dijo- por ser ambas artes aparentemente tan disímiles. Que más le parecía yo un marido hastiado en busca de novedad en una cama vecina.
Confieso que en un principio su observación me pilló de sorpresa, primero porque no había pensado en ello, y segundo porque me estaba acusando de adúltero a mi, que me precio por ser leal a mi cama. Una sonrisa arregló todo, sin embargo, porque es un gran amigo mío de quien no espero mala intención alguna. No quita eso que de ese mismo momento me he puesto a buscar una explicación más académica, y es esta, que obviamente no es más que una proposición entre tantas interpretaciones posibles.
Y en eso, una vez más la memoria vino en mi ayuda, cuando recordé lo que alguna vez leí en un escrito que provenía nada menos que de Shakespeare, que en respuesta a un requerimiento aventuró esta frase: "Contemplar espectáculos tristes conmueve más que oírlos narrar, pues el ojo interpreta para el oído", y eso me quedó sonando hasta ahora, porque encierra mucha verdad. Lo que no entiendo es que si el genial bardo inglés pensaba así, en verdad, no se puso a pintar de inmediato, en vez de atribular a sus conciudadanos de orillas del Támesis con sus "narraciones". Gracias a Dios que no lo hizo, porque talvés así habríamos tenido un muy mal pintor en vez de un genio perdido. Pero bromas aparte, tratemos de volver a lo nuestro.
Donde está la esencia del asunto, me pregunto? Y como una proposición más, llego a la conclusión que no está por el lado del artista creador, pues este busca las herramientas que le son más propicias para expresar cosas que son muy parientes entre si. El pintor vive rodeado de sus visiones, que se deducen de una realidad que lo conmueve, lo inflama, lo excita o lo irrita y trata de retrotraer todo eso a su alma para darle expresión. El dramaturgo por su parte escarba en el mundo que lo rodea para descubrir la razón de sus razones y hace bailar a sus personajes al conjuro de su pasión. Pero ambos hablan de lo mismo, y en eso está mi proposición. Ambos disponen de la misma belleza y el mismo dolor del mundo. Es el espectador-oidor el que hace la diferencia.
Hay aquellos que oyen hablar lo que su ojo ve y aquellos otros que no lo hacen. Que ven lo que ven y que oyen lo que oyen y lo separan, cuando en verdad todo está unido en una visión-pasión común, que le abre la puerta a cualquier expresividad. Quiero dar un ejemplo.
Imagine un árbol esmirriado y seco, inclinado dolorasamente hacia adelante, casi sin hojas, solo en una planicie vasta como el horizonte que se escapa, proyectando una sombra opaca en un atardecer sin sol. Vean su sombra inmovil y el follaje escaso del árbol que la mira. Hay una comunión muda entre ambos, en la quietud de esa tarde. El árbol le dice a su sombra que tenga paciencia, que el tiempo eterno nunca se acabará. Se miran ambos, un largo rato, mudos. Luego la sombra, inquieta, quiere responder con un movimiento de su copa proyectada, un movimiento como de cordial asentimiento, pero no lo hace. No puede. No se uede mover. Ambos están unidos por su inmovilidad, y de pronto llega el silencio. Viene desde el horizonte que se escapa y se instala entre ambos. Un silencio largo. Ahí. El árbol y su sombra .. Siempre .. Siempre, sin ruido alguno. Solo con la languidez del horizonte que se proyecta sobre ellos.
El color que impera es el gris. Gris y morado, el Horizonte. Gris la sombra. Sepia y ocre el follaje. Sin ruido alguno. Siempre. Hasta la eternidad...
Cómo no van a dar ganas de pintar eso? Cómo no van a dar ganas de pintar el gris mustio de esa sombra pesando en el silencio de esa tarde seca? Cómo no van a dar ganas de hacerlos hablar cuando no pueden? La sombra y el follaje? Como no van a dar ganas que nos hablen de sus soledades? ... El árbol seco, solo, y su sombra? El silencio. Siempre. Cómo no van a dar ganas de que griten de pronto? Que nos griten el encono de su eternidad? Cómo no van a dar ganas de hacer dramaturgia con eso? Con el chasquido del dolor de su soledad? Con su protesta muda? Con su eternidad inevitable? ... Siempre ...
Es lo que quiero decir. No se si lo conseguí.
Imagen de Valparaiso Acuarela 70 x 50 cms |
Y en eso, una vez más la memoria vino en mi ayuda, cuando recordé lo que alguna vez leí en un escrito que provenía nada menos que de Shakespeare, que en respuesta a un requerimiento aventuró esta frase: "Contemplar espectáculos tristes conmueve más que oírlos narrar, pues el ojo interpreta para el oído", y eso me quedó sonando hasta ahora, porque encierra mucha verdad. Lo que no entiendo es que si el genial bardo inglés pensaba así, en verdad, no se puso a pintar de inmediato, en vez de atribular a sus conciudadanos de orillas del Támesis con sus "narraciones". Gracias a Dios que no lo hizo, porque talvés así habríamos tenido un muy mal pintor en vez de un genio perdido. Pero bromas aparte, tratemos de volver a lo nuestro.
Fiesta en la Tirana - acuarela 70 x 50 cms |
Hay aquellos que oyen hablar lo que su ojo ve y aquellos otros que no lo hacen. Que ven lo que ven y que oyen lo que oyen y lo separan, cuando en verdad todo está unido en una visión-pasión común, que le abre la puerta a cualquier expresividad. Quiero dar un ejemplo.
Imagine un árbol esmirriado y seco, inclinado dolorasamente hacia adelante, casi sin hojas, solo en una planicie vasta como el horizonte que se escapa, proyectando una sombra opaca en un atardecer sin sol. Vean su sombra inmovil y el follaje escaso del árbol que la mira. Hay una comunión muda entre ambos, en la quietud de esa tarde. El árbol le dice a su sombra que tenga paciencia, que el tiempo eterno nunca se acabará. Se miran ambos, un largo rato, mudos. Luego la sombra, inquieta, quiere responder con un movimiento de su copa proyectada, un movimiento como de cordial asentimiento, pero no lo hace. No puede. No se uede mover. Ambos están unidos por su inmovilidad, y de pronto llega el silencio. Viene desde el horizonte que se escapa y se instala entre ambos. Un silencio largo. Ahí. El árbol y su sombra .. Siempre .. Siempre, sin ruido alguno. Solo con la languidez del horizonte que se proyecta sobre ellos.
El color que impera es el gris. Gris y morado, el Horizonte. Gris la sombra. Sepia y ocre el follaje. Sin ruido alguno. Siempre. Hasta la eternidad...
Vida en el Conventillo - acuarela 70 x 50 cms |
Es lo que quiero decir. No se si lo conseguí.
Casas viejas, abandonadas
Últimamente, dentro de todas las alternativas que se me ofrecen en lo que respecta a las temáticas sobre qué pintar, me ha asaltado un afán de hacerlo con casas viejas, decrépitas, abandonadas. Sobretodo eso: abandonadas. Hay algo en ellas que ejercen sobre mi un atractivo muy vivo, casi imposible de resistir. Las busco en los barrios desechables de nuestros pueblos antiguos, los que el terremoto perdonó. Los busco al final de la calle larga, polvorienta, donde cruza un canal. Las busco ...
Casas viejas, ojalá fuera de nivel, inclinadas hacia un costado, menesterosas. Me atraen en ellas, sobretodo, las planchas del techo de hojalata acanalada, de colores desvaídos, montadas a caballo unas sobre otras o las tejas musleras caídas, mutiladas, gimientes.
Una solera suelta y colgante, una puerta o ventana faltante o fuera de órbita, o desencajada; un frente de casa sufriente por mantener la vertical, un muro lateral amenazando derrumbarse, apoyado por un tronco o un puntal torcido; un estuco descascarado, mostrando desvergonzadamente sus heridas carcomidas por el tiempo o las termitas, todo ello me fascina. Escucho un ayayai lastimero rebotando contra los cerros y me entran unas ganas tremendas de pintar eso. Me encanta ese muro verde sucio y al frente uno colorado. Nada que ver. Me entienden? Es como si me faltara el tiempo.
Ahora, porque eso? Porqué ese atractivo que me produce el descaecimiento, que a más de alguno le parecerá un sentimiento mórbido y decadente? No lo se, pero en verdad despierta en mi un estado de ánimo de mucha compasión y simpatía. Detengo mi vista en ellas un largo rato y comienzo a sentirlas como el viejo adobe se estremece y vibra, como si quisiera comunicarme algo que está muy vivo. Será que sus habitantes de antaño aun viven en ellas? Un poco más de atención y de pronto aparece ahí, tras esa vieja puerta entreabierta por el tiempo, una anciana que desgrana una coronta de choclos, sentada en un pisito de paja, en tanto en la ventana de arriba, que también falta, un hombre, su marido, mira el horizonte, esperando que el día muera para irse a dormir a su cama, mientras chupa un cigarro despuntado que le llena de humo su viejo rostro arrugado. O será que talvés vivió en ella, una generación anterior, la madre de esa anciana, hoy convertida en una mujer joven, con su piel tersa y su cuerpo turgente, esperando al marido que regrese del trabajo, para irse a revolcar con él un rato, o talvés regañarle la albahaca que ella le había encargado para la cena. Talvés ...
O talvés hubo ahí muchas fiestas o celebraciones, que estremecieron sus paredes, en tanto por sus puertas y ventanas abiertas explotaban a borbotones hacia la noche estrellada, las risas y los encantos. Talvés ...
Hay tantas historias escritas en esos viejos muros. Cuantas inclemencias la han asaltado? Cuantas lluvias han azotado sus adobes desnudos? Cuanto sol ha tratado de quebrarle la testuz? Cuantos temblores sus estructuras? Pero ahí está ella. Digna y dolorida. Con su pelo desgreñado, sus hombros caídos, sus brazos colgantes, sus ojeras.
No deberían botarlas nunca, esas casas viejas. Deberían quedar ahí, siempre, en alguna esquina, como un fiel espejo de la humanidad.
Casa Vieja 1 acuarela 70 x 50 cms |
Una solera suelta y colgante, una puerta o ventana faltante o fuera de órbita, o desencajada; un frente de casa sufriente por mantener la vertical, un muro lateral amenazando derrumbarse, apoyado por un tronco o un puntal torcido; un estuco descascarado, mostrando desvergonzadamente sus heridas carcomidas por el tiempo o las termitas, todo ello me fascina. Escucho un ayayai lastimero rebotando contra los cerros y me entran unas ganas tremendas de pintar eso. Me encanta ese muro verde sucio y al frente uno colorado. Nada que ver. Me entienden? Es como si me faltara el tiempo.
Casa Vieja 2 Acuarela 70 x 50 cms |
O talvés hubo ahí muchas fiestas o celebraciones, que estremecieron sus paredes, en tanto por sus puertas y ventanas abiertas explotaban a borbotones hacia la noche estrellada, las risas y los encantos. Talvés ...
Casa Vieja 3 Acuarela 70 x 50 cms |
No deberían botarlas nunca, esas casas viejas. Deberían quedar ahí, siempre, en alguna esquina, como un fiel espejo de la humanidad.
viernes, 6 de enero de 2012
Noticia Teatro Mori: Egon Wolff y su incursión en las acuarelas
RESERVADO |
- El destacado dramaturgo nacional Egon Wolff, autor de aplaudidas obras como “Hablame de Laura”, “Flores de papel” y “Los invasores”, inaugura una nueva faceta artística que no muchos conocían: la pintura en acuarela.
- La muestra será expuesta por dos semanas en el domo de Mori Bellavista desde el 23 de junio.
El domo de Mori Bellavista, que se ha consolidado como un espacio de difusión de la fotografía y artes pictóricas, recibirá una muestra de 25 acuarelas pintadas por Egon Wolff desde 2004 a la fecha.
La exposición estará abierta al público desde el 23 de junio por dos semanas y la entrada es liberada.
Biografía
Egon Wolff Grobler. Destacado dramaturgo Chileno, nace en Santiago de Chile el 13 de Abril de 1926. Hijo de padre Prusiano y madre de origen Aleman-Sueco.
Su atracción por la escritura surge de forma clandestina a muy temprana edad. A los 8 años, oculto de sus padres,comienza a escribir poesía.
A los 14 años, ingresa a la Escuela Militar, en un intento de su padre por alejarlo de sus tempranas manifestaciones artísticas. Durante este tiempo sufre su primer ataque de “sombra al pulmón”, enfermedad que lo mantuvo en reposo y que volvería a padecer dos veces más adelante. En su larga recuperación, se dedicó a leer vorazmente lo que trajo como resultado su primera novela a los 16 años: “El Ocaso”
Estudia Ingeniería Química en la Pontificia Universidad Católica, pero al mismo tiempo cultivó el ejercicio de su dramaturgia influenciado por Miller y Williams, e inspirado por su mujer, Carmen Peña, gran propulsora de su talento creativo. Posteriormente, gracias a una Beca Fullbright, en 1960, asiste al Drama School de la Universidad de Yale.
Al igual que la mayoría de los representantes de la generación de los 50, su carrera empezó a tomar forma al alero de los Teatros Universitarios, primero en el Teatro Experimental de la Universidad de Chile y posteriormente, en el Teatro de Ensayo de la Universidad Católica donde se estrenaron varias de sus principales piezas teatrales.
Fue docente de la Escuela de Teatro de Universidad Católica entre los años 1979-1991.
Sus obras han sido montada en países de todo el mundo y traducidas a varios idiomas.
Hace algunos años, Wolff, se retiró de la vida pública por desencanto, pero su reclusión voluntaria dio paso a una actividad desconocida para la mayoría: la pintura en acuarela.
(Fuente: CentroMori.cl con fecha 20/Junio/2011)
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